El número 23

Una vez más debo decir que Hollywood me decepcionó. Una vez más debo decir que una buena historia con muy buenos recursos fílmicos y muy buena dirección fueron todos desaprovechados y hasta echados a perder por esa necesidad infantil de “cerrar la historia” y para peor con una moraleja. Parece ser que al pueblo americano no puede dársele nada ambiguo, con final abierto o, aunque más no sea, con claves para pensar un final no explícito. Siempre que veo una película con estas características pienso que me están dando de comer en la boca, que las hacen simplemente como dicen ellos, como “entretenimiento”, entendiendo esto como algo para pasar el tiempo haciendo alguna cosa no delictiva, no prohibida ni pecaminosa. Es que a nadie se le ocurre que el cerebro es un órgano que puede hacer algo más que aprender a usar el control remoto o manejar el auto hasta el shopping, elegir la gaseosa que acompaña al combo de Mc Donalds y manejar el auto de vuelta a casa?
Una vez hecho mi descargo debo decir que es una película que se deja ver con detalles interesantes, bien cuidados, un Jim Carrey que no me pareció nada brillante, pero que está bien y un guión con mucha intriga que se resuelve al final (el loco era loco pero buen padre y muy ético). Una mezcla de “Una mente brillante” y “El maquinista”, ambas ampliamente superiores por donde se las mire.